Black Mirror, la aclamada serie de ciencia ficción y suspenso, ha sido reconocida por su capacidad para analizar de manera provocadora los impactos de la tecnología en la sociedad, generalmente con un pronóstico desalentador del futuro que nos espera. Sin embargo, la última temporada parece haberse desconectado de la esencia que la definió en temporadas anteriores, perdiendo contacto con su leitmotiv.
La esencia de Black Mirror ha residido en su capacidad para exponer las consecuencias no deseadas de la tecnología y explorar los dilemas éticos que surgen de ella, exponiendo los peores rasgos de la humanidad. Sin embargo, en esta última temporada, en especial los capítulos «Loch Henry«, «Mazey Day» y «Demonio 79» no logramos ver esta premisa fundamental. Estos episodios se centran en aspectos más superficiales y por momentos entretenidos y se tornan predecibles y bizarros, dejando a los espectadores con una sensación de desconexión y una pérdida del factor distintivo de las primeras temporadas de Black Mirror. En lo personal, me hizo sentir que estaba viendo un nuevo episodio de «El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro«.
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